La estructura dinámica del quiasma

"Vemos entonces que lo que se presenta como una oposición resulta ser en realidad una implicación mutua y, de hecho, un dispositivo mediante el cual las personas y las cosas se entrecruzan en una suerte de quiasma que proyecta sobre unas el perfil de las otras."

- Roberto Esposito en "Las personas y las cosas"

"El esquema del quiasmo permite pensar la dualidad sin disolverla porque establece entre los términos de la misma, relaciones de entrecruzamiento, reciprocidad, complementariedad, encabalgamiento, reversibilidad y mutua referencia.

La filosofía de Merleau-Ponty puede ser considerada como una lógica de las relaciones quiasmáticas que se contrapone a una lógica de las relaciones dicotómicas o dualistas. 

Al contrario de los esquemas dicotómicos, que conciben las relaciones en términos de exclusión, de exterioridad y de causalidad mecánica y lineal, el esquema del quiasmo permite pensar la dualidad como una unidad en proceso, en devenir.

Lo primero que se ha de considerar es la diferencia entre ambigüedad y ambivalencia. La ambigüedad no se refiere a un pensamiento vacilante que afirma alternativamente los términos en cuestión, sino a «un pensamiento que distingue las diferentes relaciones de las cosas, el movimiento interior que las hace participar de los contrarios». La ambivalencia, por el contrario, se desentiende de la aspiración a una clara intelección y, por lo tanto, queda descartada en la actividad filosófica.

Los dos términos (obra-lector) entran en juego, posibilitando, así, una «confusión (sincitio) creadora», «una buena ambiguedad», que muestra cómo «la inherencia del sí-mismo al mundo o del mundo al sí-mismo, del sí-mismo al otro y del otro al sí-mismo está silenciosamente inscrita en una experiencia integral».

Es tarea del "filósofo" describir ese universo de paradojas vivientes.

El primer quiasmo, obra-lector, permite ver con claridad que, en su comienzo, la obra filosófica es un discurso vacilante, que se afirma por la experiencia y el ejercicio, que se aprende a sí misma gradualmente, y que no deja de tender hacia aquello que ha excluido resueltamente.

El análisis de la obra considera la experiencia perceptiva, que implica la relación sujeto-mundo, como el modelo fundamental de la relación quiasmática.

Ramírez caracteriza la experiencia perceptiva como problemática, contradictoria y paradójica. A través de ella se hace visible el quiasmo privacidad (clausura)-apertura propio del encuentro originario entre el sujeto y su mundo. Toda apertura al mundo tiene lugar desde la posición de un sujeto singular situado corporalmente, lo cual pone de manifiesto que nuestro acceso al mundo se hace desde un determinado punto de vista

El autor enfatiza que privacidad y apertura no son dos procesos contradictorios, ya que no se trata de elegir entre uno de los dos polos. Por el contrario, se debe ahondar en la paradoja. La reificación de uno de los polos, ya sea el de lo subjetivo o el de lo objetivo, significaría caer en el dualismo.

El modo de proceder del pensamiento perceptivo es el quiasmo de la interrogación. El pensar interrogativo, que implica la mutua referencia entre la percepción y el pensamiento, renuncia a poseer la cosa y no pretende respuestas acabadas (conclusiones/clausuras). Al recuperar la experiencia de la pasividad logra despertar «la latencia (letheia) de las cosas», «las voces del silencio» y el «sentido de lo que hay». 

La corporalidad, que no puede ser considerada ni como un mero objeto ni como una conciencia, abre el camino a un «tercer reino del Ser»: el reino del quiasmo. Entre la corporalidad y la conciencia hay «inmanencia quiasmática». Estos componentes no son asumidos como entidades sustanciales separadas, sino que el cuerpo es cuerpo vivido y la conciencia es conciencia encarnada. 

La ontología fenomenológica, que tiene como objeto el ser sensible y que implica un redescubrimiento de la naturaleza, debe superar la dicotomía sustancialista materia-espíritu. 

El quiasmo mundo-cuerpo pone de manifiesto la realidad del quiasmo carne-espíritu. Lo espiritual es el «otro lado» de la corporalidad, su lado invisible, «el sentido viviente de la motricidad carnal». Desde esta perspectiva, la emergencia del lenguaje adquiere una posición central. 

El lenguaje es la realidad del quiasmo, el campo por excelencia de los entrecruzamientos y los encabalgamientos. Es el lugar en el que la corporalidad sensible y la espiritualidad pura superan su separación, se encuentran y articulan. 

El cuerpo que percibe es cuerpo que habla y es también un cuerpo que piensa, que posee una memoria histórica, que forma parte de y actúa en la sociedad."

Presentación de Graciela Ralón de Walton, al libro de Mario Teodoro Ramirez: La filosofía del quiasmo. La introducción al pensamiento de Maurice Merleau-Ponty.

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